Automatique.

Por la noche llena de ruidos y plantas encerradas en macetas y tinta uniforme los sonidos del lavabajillas la segunda v con b porque a mí me da la gana me marca el ritmo de la cabeza que gira en sentimiento helicoidal como los apuntes que no me voy a aprender ni hoy ni mañana ni al siguiente por mucho que me engañe y que me ensañe en rascarme la nariz como si aún quedasen restos de ti en mis dedos o en mi habitación desvestida oscura y olvidada en la que no quiere entrar ya ni el perro que por cierto se suele quedar encerrado en el resto de habitaciones porque no le da la gana de salir cuando todos se van ni de entrar cuando hay que cerrar la puerta como cuando sales a la calle y no sabes si has cerrado con llave y tienes que comprobarlo cincuenta veces mirando con los labios entrecerrados y mordidos y atentos a ver si te acuerdas luego cuando en el ascensor se te caiga siempre la mochila al suelo y el Ipod y el brillo de labios y llegues tarde y como siempre el sol salga aún más tarde que tú y se te hielen los pies por la calle los pies que nunca ves porque a ver a quién se le ocurre mirarse los pies siempre están ahí tan abajo y normalmente me quedo de cintura para arriba pero creo que es más bien porque lo que hay de cintura para abajo no me interesa normalmente porque siempre me recuerda el trozo de chocolate que me tomo cada noche diciéndome que es la última pero luego nunca lo es como todo y me da la impresión de que aunque sea sin azúcar las almendras que tienen tanto aceite y tanta vitamina uno dos y tres y cuatro se van siempre al culo y ya estoy harta de verlo pero más harta suelo estar de mi cara que nunca tiene la misma mueca cuando me miro y sobre todo nunca la misma cuando estoy sola que cuando estoy acompañada es bastante extraño y aún no lo entiendo es aún más raro que lo de los pies pero es verdad y eso que normalmente leo en ángulo de noventa grados boca abajo entre la cama y la pared la cama que no la espada la cama ésta tan pequeña de la que algún día me caeré cuando me de media vuelta aunque duerma boca arriba como una santa bendita con las manos sobre el pecho no sea que se me vaya la crema de la cara esa cara tan rara que a veces no es la mía o sí que es la mía y eso es lo preocupante aunque en realidad da igual como esta noche una noche más ya ves aunque una noche que no tengo sueño pero probablemente si estuvieses aquí me quedaría dormida de medio lado contigo como siempre y el lavabajillas de segunda v con b porque a mí me da la gana girando y girando y yo que estoy harta de escribir sobre cosas que no son mías y que no he escrito yo pues me desahogo aquí que para eso está leches y voy a poner todo lo que me salga del co... letero.






PD: He comenzado a trinar.

Estupideces de una tarde de estudio.

Una de las cosas que más me ha costado aprender desde que empecé a aprender de verdad es que no hay límites. Escribirlo no es difícil, pero asumirlo es tan complicado como imaginarse la desaparición del universo. Estamos tan encarcelados en nuestra inteligencia humana (suponiendo que sea inteligencia lo que nosotros llamamos inteligencia) que hemos creado unas reglas creyendo que eran una ventana por donde respirar aire fresco, cuando lo que ha ocurrido realmente es que han estrechado aún más el espacio entre los muros. La realidad es que en cuanto nacemos nos metemos en esa caja. Mejor dicho, nos meten.

Por eso es tan duro hacerse a la idea de que no hay normas, no hay Dios, no hay moral, NO HAY LÍMITES.

No hay escritura en piedra. No existen los conceptos mejor ni peor, no hay ventajas, no hay seguridad. Nadie sobresale por encima de nadie porque sólo somos hormiguitas desfilando hasta que alguien queme con una lupa el hormiguero, y las palabras de hoy se pudrirán dentro de cien años y para siempre. No hay moda que valga. No hay belleza porque nadie puede determinarla. O, por el contrario, todo es bello. No hay nadie que asegure que los inteligentes van a triunfar. Nadie puede decir con certeza que todos los ideales que masticamos día tras día a nuestro alrededor, que leemos, que nos transmiten y por los que luchamos sean correctos, porque no existe la corrección. Nunca sabrás si has elegido el camino adecuado; sólo sigues un camino. Y lo sigues porque está aceptado que seguir un camino es lo correcto, no porque lo sea, nadie lo sabe. 
No hay límites, no hay seguridad, no hay arrepentimiento, no hay más que la nada y hacia ella vamos.




Espero que se me haya entendido bien.
No es un intento súper existencialista (o nihilista, o lo que sea) de criticar la sociedad, simplemente es el juego de una chica que se aburre en clase y le da por imaginarse que todo lo que le rodea es falso. Está claro que vivimos mejor en una caja, de lo contrario nadie viviría.

Ganas de nada y nada de ganas.





Necesito todo un día en la cama
que ni amanezca ni anochezca.




La chaleur.

La chaleur me poursuit quand même.


On est en hiver mais je peux écouter néanmoins des oiseaux chanter à travers du brouillard glacé qui couvre mes lèvres dont le rouge est sec, froid et brûlé. J'essaie de la checher, j'essaie de la sentir au fond de chaque tasse douce, dans chaque arbre nu, chaque baiser, chaque souris aux yeux, chaque melodie. Je la cherche d'ailleurs en me regardant au miroir comme un corps rose et vivant, qui palpite, qui peut bouger, qui peut rire, qui peut aimer et, quelquefois, être aimé.


À la fin, on n'est que des corps qui cherchent toujours se réchauffer.























(Canción para una Miss Ontherocks invernal.)



Cosmic love.
















A falling star fell from your heart and landed in my eyes

I screamed aloud, as it tore through them, and now it's left me blind


The stars, the moon, they have all been blown out
You left me in the dark
No dawn, no day, I'm always in this twilight
In the shadow of your heart

And in the dark, I can hear your heartbeat
I tried to find the sound
But then it stopped, and I was in the darkness,
So darkness I became.









Y no olvides la nariz de payaso.





Siempre me pierdo entre vestidos de aire y mares de luciérnagas. En esta ciudad de humo de cigarro la niebla apaga el fuego y las estrellas brillantes de la frente se esconden bajo gorros de lana. Hay que caminar por la calle mirando cómo los árboles sonríen porque saben que serán un día más altos que los edificios. Las melodías de otra época y el té de canela ayudan a pasar tardes enteras de oscuridad y mañanas de tiza y yeso. Medias, falda y zapatos de seda. Polvo de hadas.

Cierra los ojos.

Cierra los ojos, niña.




En el balcón, escenario de una luna enorme
blanca, azul y amarilla, embarazada

me perseguías y yo me asomaba para tocar su barriga.

Sobre el mar artificial y brillante
vacío de peces y de vida
que me espera paciente en cada sueño a que me precipite
mirabas mi espalda con ojos de niño
y tu rostro cambiaba muchas veces.

Me has prometido un beso, decías al final
y yo me volvía suspirando
sin dejar de recordar la palabra
grabada en la madera de mi cama.

Me debes un beso, decías
y yo que sí, que es cierto
te arrojaba los brazos al cuello y te besaba
sin saber quién eras
tratando de no tocar con la lengua tus dientes amarillos
y de no escuchar tu respiración entrecortada.

Al momento me daba cuenta de que sabías demasiado amargo

y de que la luna se reía, cada vez más fuerte
cada vez más gigantesca, a punto de devorarnos
y el mar me reclamaba a gritos para sí
y yo sólo quería liberarme de ese beso ceniciento
liberarme y ser tragada.

Al despertarme, acariciaba con la punta de los dedos la superficie lunar de mi pared.








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