Siempre me pierdo entre vestidos de aire y mares de luciérnagas. En esta ciudad de humo de cigarro la niebla apaga el fuego y las estrellas brillantes de la frente se esconden bajo gorros de lana. Hay que caminar por la calle mirando cómo los árboles sonríen porque saben que serán un día más altos que los edificios. Las melodías de otra época y el té de canela ayudan a pasar tardes enteras de oscuridad y mañanas de tiza y yeso. Medias, falda y zapatos de seda. Polvo de hadas.