Final del 1er capítulo.



[Fatal cortado, I know]

-Me dijo que nadie podría ofrecerme nada mejor. Pero yo no lo creo así. Hay vida detrás de estas paredes, hay algún camino al cruzar la puerta que me está esperando. El mundo entero espera que baile a su compás antes de romperme en pedazos. Por eso-concluyó, levantando la barbilla del ministro como si ella fuese su mentora y él el crío que necesitaba de consuelo-necesito que me dejéis ir. Necesito vivir antes de morir.

El hombre no dijo nada en el momento, pero horas después contempló a su pequeña, su gran amor, su obsesión, sujetando una maleta junto a la puerta y mirándolo con seriedad, sin grandes expectativas, como aquella vez hacía tanto tiempo cuando él la llevó a la noria. Pero ahora la niña ya no era una niña, llevaba uno de sus mejores vestidos y un abrigo ribeteado de piel, el pelo recogido bajo un sombrero y botines de tacón, y el aura que la envolvía impresionó al ministro por la similitud que tenía la joven con su madre. Nunca llegó a comprender del todo por qué Nora d’Angelli había acudido a él aquella helada noche de diciembre, y por qué desde entonces nadie había preguntado por Alba, pero su intuición le decía que eso era una señal, algo parecía indicarle que Alba viviría al margen. Y probablemente moriría tan silenciosamente como había vivido. Y él no se enteraría.

-Por favor, recuerda que esta es tu casa-le dijo casi en una súplica. Alba asintió y esbozó una sonrisa de despedida. Se acercó al hombre y lo estrechó entre sus brazos por lo que ambos sabían que era la última vez. Los sirvientes la despidieron con un apretón de manos cariñoso y alguno más lanzado hasta con un par de besos, ya que le habían cogido afecto a aquella pequeña criatura surrealista.

El ministro, por su parte, no pudo soportarlo más y le dio la espalda a Alba en el mismo momento en el que ella cerraba la puerta de la mansión y daba por finalizada su infancia, y por comenzada su vida. Hasta el momento en el que, como reflexionó el ministro mientras se ahogaba en whisky, cerraría los ojos con una sonrisa extraña y dejaría este mundo sin que nadie se diese cuenta. O al menos eso creía él.

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