Hungry eyes.


-Sí, mucho mejor, gracias -contestó con una sonrisa mientras cogía un trozo de pan calcinado.

-Nos diste un buen susto. Me alegro de que ya te encuentres bien.

-Ahora ya te podrás ir a casa -aventuró la mujer mientras lavaba platos que tenían casi tantas grietas como las paredes.

-No seas desagradable, Elise, por favor.

-En realidad no puedo volver a casa -repuso Alba entre sorbo y sorbo de café.

-¿No te echarán de menos tus padres?

-No sé. Mi padre se intentó casar conmigo, pero creo que a quien quiere de verdad es a su botella de whisky.

-¿Entonces has huído de tu casa?

-Más o menos -concedió Alba sin mucha convicción. Al fin y al cabo, ¿qué les importaban a ellos sus verdaderos motivos? Cuando se acabase todo probablemente no se enterarían. No sabía cómo podían reaccionar si les dijese que en realidad todo daba igual porque en menos de medio año ya no podría volver a desayunar. Nunca más. Que un desmayo de vez en cuando era un precio muy bajo por poder vivir un día más. Ni siquiera sabía con seguridad cómo había reaccionado ella. De repente se sintió muy desdichada con aquella taza de café entre las manos, como si hiciese la perspectiva aún más amarga.

-¡Es estupendo! -exclamó el hombre en un arrebato, levantándose de golpe de la mesa y extendiendo los brazos. Sus ojos relucían extasiados como si acabase de descubrir el caldero de monedas de oro al final del arcoíris.

-¿El qué es estupendo? -preguntó Alba pegando un bote.

-Eres un diamante en bruto, la típica chica misteriosa de historia trágica que huye de su casa porque es tan bella que su padre se quiere casar con ella. ¡Parece de libro!

Unos metros más allá Elise resopló con desdén.

-Si nos dejas, podemos hacer de ti la estrella del espectáculo, ¿qué me dices? -apremió el hombre con una gran sonrisa inclinándose sobre Alba, que aún sostenía su taza de café contra el pecho. Sentir los ojos del hombre clavados en ella expectantes y su aliento en la cara era agobiante.

-¿Qué espectáculo?

-Vamos, Pierre, déjala en paz -intervino Elise pegándole con un trapo en la espalda-. Sólo es una cría tonta que se ha escapado de casa, no sé qué interés le ves. Ya tienes tu boceto, déjala marchar. Ni siquiera sabes de dónde ha salido. ¿Y si viene del Moulin Rouge?

-¿El Moulin Rouge?-preguntó Alba, cada vez más confusa.

-Sí, el Moulin Rouge, el Moulin Rouge -se encaró Elise con los brazos en jarras-. No me digas que nunca has oído hablar de él. Tienes un acento rarísimo y últimamente están entrando muchas chicas extranjeras, a mí no me engañas.

-Pero, ¿qué dices, Elise? No puede venir del Moulin Rouge, es la inocencia personificada. Mírale a los ojos -insistió el hombre.

-Ya lo hago. Y dan miedo –sentenció Elise, dándose la vuelta para espantar otro pájaro que revoloteaba atrapado en la chimenea.

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