Estoy de exámenes y no me apetece pensar en nada.



Así que os voy a spamear un poquito de Alba :)
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Elise guió a Alba por unas escaleras de madera carcomida que parecían las de un palomar hasta un pasillo estrecho y sucio, al que daban todas las puertas de la casa por un lado, y en el otro se alineaban ventanas de marcos de madera que en sus buenos tiempos parecían haber sido verdes. Todos los alféizares estaban repletos de palomas y gorriones que luchaban entre ellos por unas migas de pan. Elise fue de ventana en ventana ahuyentándolos mientras refunfuñaba en voz baja.

-Ya ha vuelto a llenar Anthon los alféizares de migas, el muy… claro, luego la que los tiene que limpiar soy yo, pero eso a todo el mundo le da igual, como algún día me cruce de brazos y tire la escoba a ver quién es el listo que sobrevive en este agujero de animalejos. ¡Fuera, fuera!
Alba esquivó una fila de miguitas que avanzaba pegada a la pared, en una esquina del suelo, bajo los alféizares. Los pájaros a los que Elise ahuyentaba volvían a colarse de nuevo por las ventanas que ya habían dejado atrás y comenzaban a picotear del suelo, como burlándose de ella. Finalmente Elise abrió una puerta de madera algo astillada y les envolvió el aroma a café recién hecho y pan tostado.
-Elise, este café es infecto-exclamó una voz masculina que provenía del fondo de la habitación. La luz del sol cubría como un manto dorado y brillante la habitación entera, que resultó ser una cocina antigua al mismo estilo de locura que reinaba en el resto de la casa. Los utensilios y los platos sucios se amontonaban en algo parecido a un fregadero, los muebles tenían pegotes de pintura y la chimenea estaba apagada en una esquina, olvidada. Pegada a una pared había una mesa tosca y enorme de madera oscura y varios taburetes, flanqueada por un par de ventanas repletas de pájaros.
-Oh, querida niña, ya te has despertado -exclamó de nuevo la misma voz, con un tono completamente distinto al anterior. Se trataba del mismo hombre que la había recogido en la calle, sus ojos azules eran inconfundibles y esta vez brillaban con la promesa de un desayuno-. Acércate, acércate, tendrás hambre. Elise, sírvele una taza de café y un par de tostadas. Lo siento, no puedo ofrecerte nada para untar, pero dicen que el pan solo es más sano.
-También dicen que es sano dormir en el suelo -añadió Elise sin mirarle, mientras servía otra taza de café negrísimo y humeante.
El hombre pareció ignorar ese comentario mientras observaba a Alba sentarse a su lado en la mesa. Elise se acercó enseguida con el desayuno, al tiempo que espantaba a una paloma que se había posado en lo alto de una torre de tazas sucias.
-¿Y bien? ¿Te encuentras mejor? -le preguntó el hombre, después de dejar un espacio de tiempo para que Alba comenzase a beberse su café. Estaba demasiado fuerte y sabía raro, pero no se atrevía a pedir más azúcar. Podía escuchar a la gente de la calle pasar al otro lado de la pared y se sintió aún más extraña tomando café con unos extraños.

One Response so far.

  1. Anónimo says:

    Cuántos giros en el devenir de Alba...

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¡Muchísimas gracias!

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