La cabeza a pajaros.

En realidad me gusta verme así, delante del espejo con un vestido geométrico y tacones diciéndome a mí misma que al librarme del pelo que me bajaba por la espalda me he deshecho con él de todos los errores que me perseguían, los errores que todos tenemos pegados a la piel y que intentamos cortar para que no se nos enreden delante de los ojos. Me gusta verme así, con la nuca despejada, con la cabeza libre, como una de esas chicas que se miran y se ven tan bien y como se ven bien tú las ves bien. Como esa chica que se quedó dormida en el metro de Nueva York y acabó sentada en la arena de la playa comiéndose un trozo de tarta, con el vestido de noche manchado de arena y sin bolso. Sin tormentos, sin lágrimas, con las pupilas firmes, como esa gente que habla de llorar mientras se ríe, con la cabeza libre, ligera, a pájaros.

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