![]() |
Ya sé que no he dicho nada de la Universidad hasta ahora. La razón es que no sabía qué escribir hasta que ayer, paseando con una amiga de clase entre las hojas amarillas que emigraban en bandada, me dijo que se sentía como si estos últimos meses hubiesen sido una simple pausa y de un día a otro tuviese que volver a coger el autobús para ir Instituto. Es exactamente esa sensación. Como si todo esto no fuese más que un experimento pasajero y dentro de unos meses volviese a clase con Clara para agobiarnos las dos juntas porque no llegamos, a pasear los sábados con Paula, a huir de Mancholas por los pasillos y a que Jaime me lleve en bici los jueves a clase de francés. Y a saber siempre qué es lo que tenía que hacer y cómo tenía que hacerlo. Ya lo sé, todo tiempo pasado fue mejor y segundo de bachillerato fue un curso difícil y extraño, pero qué bien nos lo pasamos. Y mientras mis dieciocho años llegaron de forma indolora y casi de puntillas, sé que los diecinueve me van a caer encima como una losa de cemento, mientras intento aclararme acerca de qué libros tengo que coger de entre una pila que se tambalea, mientras voy de aquí para allá con las manos en los bolsillos y la nariz escondida en la bufanda intentando desenredar la maraña de pensamientos que crece y crece y crece cada vez más. Mientras reconstruyo mis objetivos. Porque eso es lo que tengo que hacer, construirme unos nuevos. Antes, el camino era claro y guiaba mis pasos. Ahora que ya he conseguido lo que quería más que con creces, que he entrado a la Universidad, no aparece el letrero de "The end" por ninguna parte y me quedo paralizada sin saber qué hacer, boqueando y dando saltos en el suelo como un pez fuera del agua. ¿Qué quiero hacer a partir de ahora? ¿Qué tipo de persona quiero ser? Tanta libertad me angustia un poco.