Claudinita (3)

A los pocos meses, el propietario les anunció que les subía el alquiler, y Claudinito consiguió un trabajo en El lago Ness, muy cerca de la City. Conjugar los estudios con el trabajo se volvió un juego de malabares que mantenía a Claudinito ocupado todo el tiempo. Llegó a esconder los libros de texto bajo la barra para leer mientras servía cervezas, pero nada podía regalarle más tiempo. Sus calificaciones bajaron y se dormía en el tranvía de regreso a casa, para despertarse al cabo de tres horas malhumorado y llegar tarde a clase. Claudinita dejó de ahorrar para el regalo y también comenzó a buscar otro trabajo a media jornada, infructuosamente.


Poco a poco fueron utilizando cada vez más la cama sólo para dormir. No tenían tiempo de besarse; uno de los dos siempre tenía que irse corriendo a algún lado. 
La casa empezó a pesarles y Claudinito se planteó seriamente dejar la universidad, presa de la desesperación y con ojeras negras como ceniza que Claudinita trataba de hacer desaparecer poniéndole cubitos de hielo en los ojos. Ella fue la que le rogó que no lo hiciese. 

Un día fue a buscarlo a clase por sorpresa para ir a cenar juntos, pero le dijeron que ya se había ido, y nadie supo decirle a dónde. Por si acaso decidió no inmiscuirse, sintiéndose de repente muy lejos de él y de la vida universitaria. De hecho, le costaba creer que esa gente tuviese la misma edad que ella. Se compró un libro y se volvió a casa, prometiéndose a sí misma que no le dolía.

Al cabo de unas semanas, Claudinito la llamó mientras le cobraba a una señora por una camisa gigantesca de lentejuelas para decirle muy alterado que su hermano Mario estaba en esos momentos bajo la amenaza de perder todo lo que tenía a causa de unas deudas cuyos intereses habían engordado hasta alcanzar una cifra terrorífica. "No te preocupes", le dijo ella. Cuando acabó su turno fue al banco a sacar todo el dinero que llevaba ingresando en una cuenta para comprarle a Claudinito su moto, y se lo entregó en metálico a Mario, que con ayuda de sus padres se salvó una vez más y les invitó a una comida en su casa como agradecimiento. La moto soñada se evaporó.

Una noche, Claudinito volvió muy agitado del trabajo y la despertó a las tres de la mañana con las manos temblorosas y los ojos brillantes en la oscuridad del dormitorio. Claudinita, en camisón y oliendo a crema hidratante, sintió el olor de su novio (a bar, a sudor y a cigarrillo) como algo extraño y desagradable que se había colado en su santuario, y por un momento su mente rechazó por completo la idea de admitirlo en la misma cama. Sin embargo eso a Claudinito le traía frío, ya que tenía ideas mucho más importantes en la cabeza. "¿A ti qué te parecería que me fuese al extranjero?" Le habían ofrecido presentarse a una beca para ir a estudiar a los Estados Unidos. Claudinita aplaudió al momento la idea con entusiasmo, a sabiendas de que esa era la oportunidad que él llevaba tanto tiempo esperando, un regalo del cielo. Pero al cabo de un rato aún seguía con los ojos abiertos, clavados en la oscuridad, preguntándose cómo sería dormir en esa cama sin escucharle respirar a su lado.




















PD: Ya hay una nueva etiqueta  de Claudinita y Claudinito abajo del todo, junto a las de Alba y Ginebra.


                                                                 esta no es Claudinita.

2 Responses so far.

  1. A Claudinita le partirá el corazón si se marcha...

  2. Laura M. says:

    Qué delicia, niña. Te has dado cuenta de lo que has hecho, ¿no? De un extracto, de retazos de personajes y bocetos de trama, has ido hilvanando el comiendo de algo prometedor. Ya no lo pido por mí, sino por el bien de Claudinito y Claudinita: continúa la historia :)

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