Me hallaba escondida entre la danza vertiginosa de tupidos velos, estúpidas máscaras y estupefacientes baratos para no mirarse al espejo, no ver sus ojos, sus verdaderos ojos, sus imperfecciones, el pus oculto tras una gruesa capa de barniz. Y aquella danza era una pantomima, aunque sólo yo podía verlo, al andar por las calles, al esquivar contenedores repletos de libros de texto y niños borrachos. "¡Esta es la nueva generación!" "¡Viva nuestra generación!"
Cada pocos años las fábricas de adolescentes producen plástico nuevo, y ahora parece que el plástico sea más natural que la carne. Se esconden recelosos tras sus máscaras y desde ahí construyen un mundo entero, oye, de plástico perfumado pero increíblemente atractivo. Y poco a poco sus pensamientos se alejan más y más hasta que del cuerpo sólo queda la máscara, tras su boca sonriendo un oscuro vacío. Sólo se la quitan a solas, antes de dormir, para mirarse durante un segundo al espejo y luego darle la espalda aterrados. Porque puede que debajo de la máscara ya no haya nada.
Pero yo me callo, que a fin de cuentas todos somos iguales y todos acabamos danzando al mismo son.
Por cierto lo tengo.
Muy bien escrito :)
Ohohó, te vas a hacer blog al final, señor anónimo que ya no es tan anónimo?
(me alegro de que te guste ^^)
Bueno, veré si tengo la capacidad para ello.
^^'
(Aunque nunca me gustó mi escribir)
aja
mía mía :)
Pero, de vez en cuando, algunos nos salimos de la pista de baile, abandonamos la danza, detenemos el movimiento de nuestros cuerpos y escribimos cosas como ésta.
:)