Chihiro no se olvida.

Aviso: Este artículo puede contener algunos spoilers sobre la película. Pero si te da igual, a mí también.

Es domingo por la mañana (para mí la una y media sigue siendo por la mañana, sí) y en vez de estudiar estoy sentada en el sofá escuchando la banda sonora de El viaje de Chihiro como quien devora caramelos una y otra vez para no quitarse el sabor de la boca. 

Lo cierto es que de las películas de Miyazaki, mi preferida siempre ha sido La princesa Mononoke, por eso de la lucha épica entre el hombre y la naturaleza y cómo al final esta última triunfa y devora la civilización destructora y gris, con la princesa-lobo blanco salvaje y el príncipe maldito, argh, qué historia tan perfecta. Miyazaki es un genio haga lo que haga, desde luchas entre jabalíes endemoniados a tiernas brujitas pre-adolescentes que reparten pasteles a domicilio subidas en su escoba. 

Sin embargo, ayer fui a cenar a casa de Pantera, con la que me debía mutuamente desde hacía ya mucho tiempo un Chihiro y un té (de frambuesa y miel en este caso, y quiche de salmón y garbanzos ricos ricos, y chocolate). Chihiro siempre me ha gustado muchísimo también, aunque tanto Pantera como yo recordamos el miedo y el mal rollo que nos dio al verla siendo aún muy niñas, cuando la estrenaron en el cine hace nueve años, nada menos. Lo cierto es que siempre me ha parecido una película angustiosa. Puede que las pocas veces que he viajado al extranjero yo sola me haya sentido en cierta manera un poco como Chihiro, abandonada en un mundo completamente distinto, aunque con la diferencia de ella se ve lanzada a él sin remedio, y en mi caso soy yo la que decide caminar sola por calles desconocidas. En todo caso, el significado que siempre me ha venido a la mente y que creo que voy a conservar es el de la maduración de una niña caprichosa (pero no mucho más caprichosa que el resto de niños) que cae por la madriguera del conejo hasta un mundo que poco tiene de País de las Maravillas. Donde Yubaba (o Baba Yaga, para quienes hayan leído cuentos ancestrales) tiene toda la pinta de ser la madama de un burdel del s. XIX. Y aquí llega lo perturbador. En algunos análisis de la película que encontramos Pantera y yo tras verla, identifican la sala de baños donde trabaja Chihiro con un burdel, y declaran que la idea originaria de Miyazaki al crear esta película era nada menos que la denuncia de la prostitución infantil, con una niña de 10 años que se ve asediada por todas partes por un mundo adulto y cruel (hasta aquí vale) y el mercado sexual, oscuro y amenazador, que (al parecer) según el director acosa a las niñas japonesas desde todos los ángulos.

Sin embargo, hay una cosa más que me llama muchísimo la atención, y en lo que parecen coincidir la mayoría de los análisis de blogs de cine, y es en la interpretación del final de la película, donde al parecer, al volver a cruzar el túnel de vuelta (¿qué coño es ese edificio, por cierto? ¿Una estación abandonada?), Chihiro se olvida de todo lo que ha vivido. No estoy de acuerdo con eso en absoluto. La imagen de los padres, por otra parte (convertidos en cerdos al comer sin restricciones y sin permiso la comida del mundo mágico, lo que demuestra la irresponsabilidad de ciertos adultos, a los que Chihiro deberá superar -y que a mí me aterró-), es claramente mala, y no se duda ni un momento de que ellos no recuerden nada, puesto que sólo son una meta, el símbolo de la vida real y nada más. Sin embargo, Chihiro se queda unos segundos más embobada mirando la puerta del túnel por el que acaba de salir, antes de subirse en el coche de vuelta a casa. Y no me creo que se haya olvidado, porque eso, además de no tener ningún sentido (ni siquiera para Miyazaki), puesto que significaría un retroceso absoluto y nos volvería a colocar en el principio de la película, cuando Chihiro sólo era una niña, sería el típico final Disney (Alicia regresa a merendar a casa con su hermana mayor tras despertar del sueño) que le arrebataría a la película ese punto de oscuridad que incluso los niños son capaces de percibir y que ha hecho que lleve aquí una hora dándole vueltas en vez de irme a estudiar.

PD: Falta el beso entre Haku y Chihiro, jo. ¡Que se besen!

3 Responses so far.

  1. Clara says:

    Maencantao tu análisis!
    Yo tampoco me creo que se olvidara de todo, y también quería beso jolinees !

  2. Wolfgang says:

    Mí película favorita de Miyazaki también es La Princesa Mononoke ^^. Opino como tú, no se olvida de lo que pasó.
    ¿Mi vecino Totoro te gusta? ^^

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